17 Feb 2019

La confianza de nuestro corazón debe estar solo en el Señor

Bienaventurados los pobres que tiene en Dios su única confianza

“ ¡Maldito el hombre que confía en otro hombre, que busca su apoyo en un mortal, y que aparta su corazón de Yavé!” (Jer 17, 5).

En la liturgia de este domingo, Jesús esta exaltando los pobres, los que tiene hambre, los que lloran. Él exalta todos aquellos que son odiados y perseguidos por causa del Evangelio. Él lamenta por aquellos que son ricos, que tiene harturas, que no pasan por necesidades; aquellos que ríen por lo que tiene y no se preocupan con aquellos que no tiene nada.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos apunta que el camino de confianza esta en Dios. Y en Él que nuestro corazón tiene que refugiarse, apoyarse, porque Él es nuestro sustento.

No pongamos nuestra esperanza y confianza en los hombres. No las pongamos en hombre alguno, tampoco en los de la política, tampoco en los de la empresas o de los negocios. Porque, todos los seres humanos, a comenzar en mí, son falible. Y, Dios es el único que no es.

No podemos hacer otra cosa, que no sea guiar los corazones para Dios. Apuntar que Él es el Señor; que es el Mesías; el Salvador. Los hombres pueden solo ser los colaboradores; débiles colaboradores de la gracia de Dios. Pobre del hombre que pone en si mismo su confianza. Pero del hombre, que hace de sus bienes materiales, de su poder, de aquello que tiene, motivos de su valorización. E aquellos que confían en lo que el otro tiene, en lo que el otro puede, y en lo que el otro va hacer.

La confianza de nuestro corazón debe estar solo en el Señor. Es Él quien cuida de nosotros; es Él quien es nuestro refugio.

No es para vivirnos desconfiados unos de los otros, creyendo que nadie vale de nada; es solo para darnos la debida proporción. Confiar en el otro donde se puede confiar. Nunca poner alguien en su lugar de Dios o por encima de Él. Nunca poner alguien en el mismo lugar que Dios.

Dios por encima de todos nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de nuestra confianza. En Dios vamos aprender a vivir unos con los otros. Por eso, bienaventurados los pobres que tiene en Dios su única confianza. Bienaventurados los pobres que saben confiar en el Señor. Es Él quien sabe saciar nuestra pobreza, consolar nuestra lagrimas y cuidar de nuestro corazón.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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