07 Sep 2020

Pongamos los excluídos en el centro de nuestra vida 

“Ellos quedarán com mucha ravia, y comenzaran a discutir entre sí sobre lo que podrían hacer contra Jesús” (Jesús 6,11)
Usted queda a imaginar porque los maestros de las leyes y los fariseos estaban con mucha rabia de Jesús. La envidia despierta rabia, ira, resentimiento, rencor y muchos males en nosotros. Solo tiene envidia quien no hace el bien, quien no practica y naturalmente,se preocupa por el bien que el otro está haciendo por su vecino. 

Jesús no estaba haciendo nada además, estaba realizando el bien y cuidando del otro. Aquel hombre con la mano seca estaba en la sinagoga. En vez de Jesús quedarse allí solo enseñando –  quien enseña presta atención, observa el dolor, el sufrimiento, lo que se pasa con el otro, Él vio aquel hombre allí ignorado por tanto y tantos tiempo, era día sábado, y los fariseos querían ver si Jesús daría atención Primero, aquel hombre no era ni para estar allí, porque, muchas veces, en las reuniones religiosas excluyen personas que tienen problemas, aflicciones, perturbaciones e inquietantes. . Alguien ya dice: “No llames a este tipo, porque es problemático”. 

Perdón, pero necesitamos cuidar de los problemáticos, porque también tenemos nuestros problemas, y no queremos a Jesús cuidando de nosotros? ¿Por qué vamos excluyendo a otros con sus problemas y dramas? 

Que la palabra de Dios conviértanse para  colocar en el centro y otro que, muchas veces, excluimos y al que no prestamos atención. 

Dios no excluye a nadie de su corazón, pero nosotros, en nombre de Dios, estamos excluyendo las personas y las situaciones por las cuales ellas pasan y viven, porque queremos hacer una religión puritana, de acuerdo con nuestras circunstancias y criterios. La palabra de Dios es provocadora. 

Aquel hombre con la mano resequida, es como mirarnos aquella persona que está en nuestro medio con la piel diferente, con el aspecto de la piel diferente o que pasa por cualquier otra inquietud, como por ejemplo, mental. Muchas veces, dejamos estas personas de lado. 

Jesús no quiere nadie en la margen, por eso Él pone aquel hombre en el centro, Quien debe estar en el centro no es nosotros, pero el otro, el marginalizado, el sufrido, quien no es percibido. No podremos ignorar lo que el otro sufre y pasa.  

El evangelio necesita provocar en nosotros aquello que provocó en el corazón de los fariseos y doctores de las leyes. Estaban enojados porque se metieron con ellos. Nosotros también quedamos perturbados, por eso tenemos que dejar que la palabra de Dios se convierta, para colocarnos en el centro no en nosotros, pero el otro que muchas veces excluyen y no damos atención. 

Jesús colocó aquél hombre en el centro y pidió para él extender su mano. El curó su herida y su corazón. Extendemos las manos de uno para otro, hay muchos en el medio de nosotros que necesitando de nuestra atención y de nuestro cuidado. 

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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