17 Mar 2020

Busquemos en Dios el perdón y la reconciliación verdadera

“Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No te digo siete, sino setenta y siete veces” (Mt 18, 21-22).

Muchas personas conocen y experimentan el perdón, pero no es el perdón divino, es el humano, limitado, mezquino y tan condicional. Es el perdón que no sana, pero, en realidad, pone limites.

¡Que bueno que Dios no utiliza de las medidas humanas! ¡Que bueno que el perdón de Él es el perdón sin medidas! La verdad es que Dios no lleva en cuenta nuestros pecados porque Su misericordia es mayor que todas nuestras miserias humanas, por eso, Él no se cansa de perdonarnos, nos amar, purificarnos, lavarnos y renovar.

Yo veo Dios como una madre que no se cansa de lavar su hijo, de cuidar del vómito, del pipí, de las heces de su niño. El niño puede defecar cuantas veces sea necesaria al día, la madre bondadoso y paciente esta allí limpiando, cuidando y dejando su hijo siempre perfumado.

¡Quedo mirando para Dios, y, cuantas veces equivocamos, pecamos, fallamos, y Dios esta nos lavando y purificando! Es que somos adultos y tenemos que tener consciencia que pecamos, fallamos y vamos para Dios para que Él puede ayudarnos y purificarnos. Es eso que Dios hace con nosotros.

La oración verdadera produce perdón sin medidas en el corazón del hombre

Eso es el sacramento de la confesión, es eso que la misericordia divina realiza en nosotros cuando buscamos el perdón y la reconciliación con Él. Quien experimenta la misericordia de Dios se convierte expresión de la misericordia para el mundo, para las personas y para con los hermanos.

No hay limites para perdonar y tampoco cuentas para perdonar; no hay un punto que debemos llegar y decir: “No perdono más”. Aquel que experimenta el perdón de Dios se convierte la expresión del perdón en todas las situaciones, sabe convivir con los defectos, los limites, las debilidades de su hermano, porque, sabe que los hermanos tiene que convivir con sus debilidades, limites y fallas. Él no juzga, pero todo mira con la mirada de la bondad y de la misericordia, sabe reconsiderar, rever, ponderar y jamás condenar.

Aquel que tiene el bálsamo de la misericordia de Dios en su corazón no hablar con rencor, además, es sanado por el amor. Aquel que experimenta verdaderamente Dios en sí no pone las personas unas contra las cosas, ni expone ofensas y tristezas donde quiere que este, pero expone el corazón reconciliado, testimonia con la propria vida lo que Dios mismo hizo en su corazón maltratado.

El hombre que perdona es el hombre que reza porque solo el hombre que reza es capaz de perdonar. La oración verdadera produce perdón sin medidas en el corazón del hombre. Quien reza de forma superficial perdona de forma superficial y no logra la profundidad de misericordia de Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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