29 Oct 2018

Nuestras manos necesitan ser instrumentos de bendición

Necesitamos ser instrumentos de Dios con nuestras manos, y jamás instrumentos que alejan las personas

“Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios” (Lucas 13,12).

Aquella mujer padecía de un encorvamiento hace dieciocho años. Y la medida que ella quedaba encorvada, no podía ver muy bien las cosas y las situaciones, porque aquella situación era incómoda para ella. Cuanto más el tiempo pasaba, más encorvada aquella mujer quedaba. ¡Imagina los dolores que ella cargaba sobre la espalda!

El peor es la mentalidad de aquella época, que se refleja en la mentalidad de muchos hoy: “¡Una pobre! Esta pagando el precio por sus pecados, por eso tiene que pasar por esta situación”.

Esta mujer era una rechazada, nadie podía por ella, ni siquiera la propria religión la acogía como ella merecía ser acogida.

Vivimos en un tiempo donde muchas personas están encorvadas, y delante de las curvas que sufrieron de la vida – enfermedades, situaciones emblemáticas o problemáticas, sufrimientos que muchas madres y padres pasan, situaciones de opresión que muchos viven en la mente, en el espíritu y en el corazón – ellas se mantienen a la margen de la sociedad. ¿A quien recurrir? ¿A quien buscar? ¿Quien puede por ellas?

Esta mujer vio en Jesús la luz para su vida, ella vio en Jesús lo que ella podía tener de esperanza para una vida mejor y más digna. Es el propio Jesús que, misericordiosamente, se acerca de ella y dice: “Mujer, esté libre de esta enfermedad, de ese mal que pesa sobre ti”. Él impone la manos sobre ella, y ella se enderezó.

Nuestras manos no solo para pelear, para llamar ni condenar. Nuestras manos necesitan ser usadas con las manos de Jesús para bendecir, para suplicar la gracia, la sanación, la liberación y la restauración. Cuando así lo hacemos, estamos enderezando la humanidad tan encorvada ante tantos males.

Necesitamos ser instrumentos de bendición de Dios con nuestras manos, y jamás instrumentos que alejan las personas.

Los judíos se molestaron, porque Jesús hizo eso en el día de sábado, pero no importa cual sea el día de la semana ni la situación de la persona, necesitamos comunicar la gracia de Dios a quien esta alejado de Él.

Recemos unos por los otros, pongamos nuestras manos para sembrar bendición y gracias en la vida de las personas, y no nos permitamos ser instrumentos para sembrar la división, la confusión, la separación, la discriminación ni la marginación.

Nuestro Dios es Aquel que incluye, ama y cuida de todo que esta encorvado en esta vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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