10 Dec 2021

Las disculpas incoherentes nos apartan de Dios

“Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dijeron: Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores.” (Mt 11, 18-19).

Comienzo nuestra reflexión de hoy preguntando: “¿Cuál es la disculpa o la culpa que tu pones en los demás por las acomodaciones que tu vives en la vida?”. Vivimos en una época donde arreglamos disculpas para todo – cuando no, ponemos la culpa en eso, en aquello o en el otro -, pero nunca volvemos para nuestro interior para reconocernos: “Yo he equivocado”, “Yo he pecado”, “Yo no doy cuenta”, “Yo no me esfuerzo”. ¡No! Estoy siempre arreglando disculpas.

Las personas que no van en la iglesia, las que van a veces o cuando tienen ganas, tu puedes saber, ellas tienen siempre un “catálogo de disculpas” para dar. Las cosas que vivimos en nuestra vida, que no mejoramos, que no cambiamos, que no están bien, nosotros ya tenemos varias culpas y de disculpas para dar también.

Fue así que hicieron también en la época de Jesús, porque llego Juan, el Bautista, el bautizador, anunciando la Palabra de Dios con todo el clamor que venía de su alma, pero Juan era un hombre de una vida de ascesis, era una vida disciplinada. Juan comía miel silvestre, langosta, no bebía vino y decían: “Esta endemoniado”. La disculpa es que Juan era muy duro. Entonces, no podían seguir un hombre que tenía una vida así, entonces viene Jesús que come en la casa de los demás, come lo que ofrecen para Él, bebe con los demás – “Ese Jesús también… Él es un comilón, y un boracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores”.

Las cosas que vivimos en nuestra vida, que no mejoramos, ya tenemos varias culpas y disculpas para dar también

Vivimos de disculpas para todo. “No voy en la iglesia porque el sacerdote de allá es eso, o aquello”, “no voy porque las personas de la iglesia son arrogantes”. Generalmente, las personas arrogantes que hablan así están siempre diciendo que el problema son los demás, están siempre arreglando disculpas – “Yo era de iglesia. He ido a menudo, pero he quedado decepcionado con eso y con aquello”, y entonces estas arreglando disculpas para tu falta de compromiso, para tu falta de perseverancia, para tu falta de crecimiento interior, estás poniendo en el “poste de la arrogancia” donde tu es el grado más elevado.

Y, generalmente, tu preguntas: “¿Pero, tus defectos?”. No, generalmente, estoy disculpando nuestros errores, nuestras omisiones, y estamos siempre culpando los demás por las situaciones que no me esfuerzo, por las situaciones donde no asumo el compromiso de ser mejor. Por eso, puede ser que, para esta vida, para este mundo, para esta sociedad que acepta todo, que vale todo, nuestras disculpas, muchas veces incoherentes, sirven para alguna cosa, pero, en la presencia de Dios, no. De nada vale en el día del juicio decir: “Señor, no me convertí porque no me gustaba el sacerdote de mi iglesia”, “No me convertí porque mi madre, porque mi padre… porque eso, porque aquello”.

¡La inmadurez nos hace sufrir en esta vida, pero cuidado! Porque la inmadurez nos quita de la eternidad, porque es terquedad de almas que no tiene madurez, de corazones que no maduran para tomar consciencia y responsabilidad delante de las propias situaciones de la vida y están siempre se disculpando y culpando los demás.

¡Que Dios nos ayude a madurar a cada día!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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