15 Jul 2019

Amemos el prójimo en la medida de Dios

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37-38).

Tal vez esta sea una de las paginas mas duras de todo el Evangelio, porque, en nuestro corazón, amamos a Dios, pero en la practica… Por supuesto que nosotros amamos las personas que están cerca de nosotros: la madre ama más su hijo, la mujer ama más su marido, y cada uno tiene el amor mayor en su corazón.

Aquí no es el amor comparativo, en proporción, Jesús no esta competiendo con ningún de nosotros. Por el contrario, Jesús nos esta enseñando como debemos amar los nuestros, porque hay aquellos que aman de menos y no dan el amor, la atención y la ternura a los que necesitan.

Nuestros familiares, aquellos que hacen parte de nuestra familia, son aquellos que amamos mucho, con exagero, pasan de la medida y enloquecen a sí y a los demás por causa del amor desmedido.

Si queremos amar, de verdad, los nuestros, amemos a Dios en primer lugar, amemos aquel que es todo amor, amemos aquel que no sabe hacer otra cosa que no se amar. Dejemos que el amor de Él mueva nuestro corazón. Vamos amar cada uno proporción del amor que él necesita y debe recibir.

Es necesario dejar que la medida de Dios entre en nosotros

Sabemos que todo exagero, toda extravagancia, todo exceso no es bueno, y estamos nos estropeando cuando no estamos amando en la proporción del amor de Dios. Por eso, muchas veces, vemos que los enemigo comienzan en la propia casa, hermanos que no se aman más, hijos que no entienden sus padres, padres que no entienden sus hijos, padre que tiene todo amor para dar a los hijos, pero exageran en la forma de amar y de cuidar.

No basta tener una buena intención para amar, es necesario tener la medida para amar: “Ahora yo solo vivo para Dios”. No es eso que Dios quiere de nosotros.

Dijo Jesús: “Yo no vine traer la paz, pero la espada”. Primero, no es aquella que imaginamos que estamos en paz, porque esta todo bien. Necesitamos de la espada de Jesús para abrir nuestro corazón, para quitar las cosas viejas, enterradas, los conflictos no resueltas para sumergir en Dios, para descubrir Su amor y ser sanados por él, para podernos amar unos a los otros de verdad.

Hay mucho amor defectuoso, existe mucho amor que, después, vendrá un verdadero falta de amor, por eso para amarnos en la medida de Dios es necesario dejar que la medida de Él entre nosotros, necesitamos coger la espdada del Espíritu para abrinos el corazón y sabernos amar los nuestros con el amor que Dios deposito en nuestro corazón.

Si tu amas a Dios sobre todas las cosas con el amor que viene de Él, amar unos a los otros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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