27 Dec 2019

Abramos nuestro corazón para recibir el amor de Dios

“Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó” (Jn 20, 8)

Tenemos la gracia de celebrar, en el contexto navideño, el apóstol San Juan, el discípulo amado de Jesús. Aquel que, en sus propias palabras, esta narrando hoy. Él vio y creyó, él vio Jesús y deposito su vida en Él y tuvo la gracia de contemplar Jesús resucitado en nuestro medio.

El Resucitado es el mismo Jesús encarnado en el vientre de María, el mismo a quien estamos celebrando todos estos días Su nacimiento salvador en nuestro medio.

Juan es un testimonio vivo de este hecho, porque, para testimoniar Jesús no basta decir que conoció a Él o que vio que Él dijo o escribió. Es necesario llevar la vida en nombre de Jesús.

Juan vivió, de dejo ser amado y se transformo en testimonio amorosa de este amor de Dios encarnado en nuestro medio. El discípulo del amor, el apóstol del amor, llevo el amor de Dios por sus escritos, por su vida y por la coherencia al corazón de las personas, dejo ser amado por Dios.

Jesús es el amor de Dios encarnado en la vida de todo aquel que abre su corazón y su vida para recibirlo

Permita recibir, en su corazón, todo ese amor divino, permita también ser un discípulo muy amado por Dios, porque cuanto más nos abrimos a la gracia, cuanto mas nos permitirnos que el amor de Dios penetre en nosotros, mas amados vamos ser y vamos sentirnos. Y lo mucho que ese amor sana, transforma y renueva, lo mucho que el amor de Dios hace nueva todas las cosas.

Jesús es el amor de Dios encarnado en la vida de todo aquel que abre su corazón y su vida para recibirlo. Por eso, en el contexto de los días en que vivimos, vamos abrir de verdad nuestro corazón para que en él entre y penetre el amor de Dios, para que ese amor haga de nosotros personas amorosas porque estamos necesitando amarnos, estamos necesitando mucho vivir el amor en la dimensión evangélica.

Muchas veces, recordamos de muchas cosas, creamos polémicas que no son necesarias, entramos en muchas contradicciones y nos olvidamos del esencial, de vivir el amor que vino a nuestro encuentro para salvarnos y redimirnos. Nada es más divino, sublime, navideño y redentor que la vivencia del amor.

Amemos uno a los otros porque Él nos amó primero, y ese amor que Él nos trajo llevemos en nuestra vida, porque ese amor nos sana, nos liberta y nos ayuda a amarnos unos a otros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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