18 Sep 2019

Abramos el corazón para acoger la Palabra de Dios

“¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!” (Lc 7, 32)

Jesús estaba preguntando: “¿Con quien voy comparar los hombres de esta generación?”. Él se refere a Su generación, pero la pregunta de Él es para nosotros hoy: ¿Con quien Él va comparar los hombres de la generación en que vivimos?

Él va dar ejemplo de los niños que se sientan en las plazas, tocan flautas, pero nadie baila delante del toque de la flauta; hacen lamentaciones, pero nadie se importa para las lamentaciones y llanto.

En la época de Jesús, Él vino, trajo la Palabra de Dios, pero dijeran que Él era un comilón y bebedor. Vino Juan Bautista y dijeran que era un loco, porque él no comía ni bebía. La verdad, aquí, es la indiferencia, la frialdad, el poco caso, es el corazón que no abre para acoger la Palabra de Dios en nuestro medio.

Vivimos tiempos de una verdad frialdad espiritual, una indiferencia para con Dios y con las cosas de Él. Esta frialdad, muchas veces, esta tomando cuenta del corazón de muchos de nosotros que conocemos Dios, que lo amamos, que incluso comulgamos la vida en Él por la Eucaristía.

Cuando la apatía espiritual toma cuenta de nuestra alma y de nuestro corazón, no nos sensibilizamos por la presencia de Dios en nuestro medio, no nos sensibilizamos por la Palabra de Dios entre nosotros, porque mezclamos todo, y las cosas se convierte en una sola, tanto hace la Palabra de Jesús como la de aquella persona, de aquel consejero, de aquel hombre, de aquella mujer. Todo eso es solo una cosa. Todo se convierte apatía y, a veces, damos incluso más atención a la palabra que fue dicha por otro que damos atención a la Palabra del Señor.

Cuando la apatía espiritual toma cuenta de nuestra alma y de nuestro corazón, no nos sensibilizamos por la presencia de Dios

Nos despertamos o conectamos nuestra comunión para otras cosas y no al Señor nuestro Dios. Por eso, la gracia que necesitamos pedir es de retornar para el Señor de todo nuestro corazón, para sernos curados de toda y cualquier insensibilidad espiritual, insensibilidad del alma, para que el toque de la gracia divina haga diferencia en nuestra vida.

Seamos hombres y mujeres de la Palabra. Dejémonos tocar por la Palabra de Dios, dejémonos conmover por ella, afín de que ella mueva, de hecho, nuestra vida, nuestro corazón, nuestros afectos y sentimientos.

Cuando vamos a Misa y abrimos la Palabra, pero ella no entra en nuestra alma ni en nuestro corazón, ella no entra en nuestro interior, es señal de que estamos pasando de la señal amarillo para el rojo.

Necesitamos encender la llama de la gracia de Dios en nosotros por medio de la Palabra. No podemos ser indiferentes, porque la indiferencia engendra apatía espiritual, y toda esta apatía nos deja alejado de la gracia que Dios nos trajo.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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