03 Mar 2020

La oración es nuestra comunión con el Padre

Cuando pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga” (Mt 6, 7).

Jesús nos enseña en lo que consiste verdaderamente la oración, porque, la verdad es que muchos de nosotros no sabemos como rezar. Humildemente necesitamos admitir eso y aprender a rezar de verdad, porque no podemos hacer nuestra oración como los paganos hacen, nosotros no podemos hacer nuestra oración como muchos hacen.

La oración es expresión de nuestra comunión profunda con Dios, el “Padre – Nuestro que estas en el cielo”, porque es Él a quien nosotros volvemos, es Él a quien nos dirigimos. La oración es es nuestra comunión con el Padre.

Cuando alguien me pregunta: “¿Cómo Dios se expresa a nosotros?”. En el más profundo silencio. Mira como Dios es silencioso y como nosotros somos ruidosos; agitados. Entonces, en el momento de rezar, nosotros también somos así: hablamos, hablamos y hablamos.. Hasta crear las formulas, las letanías que tiene importancia, pero no pueden, de ninguna forma, ocupar lo que es esencial, es decir, la oración, la oración necesita llevarnos a la comunión con Dios; y la comunión con Él se hace por la vía del silencio: silenciar el alma, el corazón, vencer la sed de hablar.

La primera necesidad es la de escuchar, porque, si nosotros no escuchamos a Dios, nosotros no rezamos, no hicimos comunión con Él. Como es que vamos escuchar, si no silenciamos y no quedamos en silencio nuestro interior, nuestra alma y todo nuestro ser?

La comunión con Dios se hace por la vía del silencio

Oración es liquidación del alma y del espíritu; de los sentimientos, de los afectos y de la razón. Oración es ponernos “desnudos” en la presencia de Dios para que Él pueda desnudar de todo lo que el mundo anos esta revistiendo. Cuantas cosas mundanas están en nosotros.. Cuantos sentimientos están lanzando dentro de nuestra alma y dentro de nuestro corazón, gritando, perturbando, agitando y creando todo ese complejo de ansiedad interior en que nosotros vivimos.

Es necesario sumergir el alma en la inquietud del silencio. El silencio es perturbador, pero es él quien nos pone en comunión más intimas con el Señor, nuestro Dios.

¡Hoy, como es difícil el silencio! Hasta en nuestra Iglesia, como es difícil concentrarnos para rezar, porque las personas quieren conversar, hablar. Como es difícil sentarnos para rezar porque estamos “germinando” con muchas cosas para solucionar, tenemos muchas ansiedades que nos inquietan, entonces, comenzamos a hablar y hablar.

Silenciemos el alma, el corazón y entremos en comunión con el Padre para glorificar a Él, exaltar a Él, santificar Su nombre y clamar por Su Reino; para rendirnos a nuestra voluntad y hacernos la voluntad del Señor; para vivir la comunión con el Pan, el Pan que no es mio, y sí que es nuestro; el Pan que el Padre nos da para compartir unos con los otros.

La oración es quien nos hace sumergir en la vivencia más dinámica y verdadera del perdón, porque, quien no perdona no reza. Y no hay oración que no conduzca el alma para el perdón, porque la primera cosa es suplicar a Dios que es quien nos perdona. Entonces, ese Dios que nos perdona da un bálsamo a nuestra alma que nosotros salimos impelidos a perdonar uno a otros.

La oración que clama para librarnos del mal, nos libertamos del poder del mal, además de eso, nos instalamos, luchamos y construimos el Reino de Dios en nuestro medio.
Que nuestra alma sumerge en la profundidad de la oración en el corazón del Padre.

¡Que Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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