12 Feb 2021

La gracia de Dios cura nuestra sordera y nuestra mudez

“Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos” (Mc 7, 32).

Un corazón cuando comienza a quedar deprimido, una alma cuando esta sufrida que dificultad tiene de hablar, de exprimirse y decir, incluso porque no sabemos decir lo que esta ocurriendo, lo que estamos viviendo. Nos convertimos mudos en casa, en la familia… Delante de Dios, lo que vamos hablar, hablamos con mucha dificultad. Así era ese hombre del Evangelio.

Cuando somos tomados por las dificultades de la vida, por los problemas y situaciones de la vida, tenemos mucha dificultad de hablar, de expresarnos y, especialmente, de escuchar. Sí, nos convertimos sordos, el otro habla y no entendemos, no comprendemos. Dios esta diciendo, pero Su Palabra no entra en nuestros oídos.

Necesitamos presentarnos para Jesús con nuestra sordera y mudez, porque fue eso que hicieran con ese hombre. No estaba bien, no estaba bueno, estaba muy mal. ¡Que humildad yo también reconozco que, muchas veces, no estoy bien, no estoy bueno y estoy mal, pero yo necesito presentarme para Jesús y necesito dejar que Él cuide de mí! Esta es la pedagogía de Jesús.

Si no conseguimos salir de estas multitudes de cosas, no conseguiremos escuchar la gracia de Dios

Ellos querían que Jesús solo pudiera poner las manos sobre aquel hombre. Algunas veces, las personas vienen pedir: “Padre, toca aquí, porque no estoy bien”. Muchas veces, no es una cuestión de tocar, y sí una cuestión de cuidar. ¿Y cuál es el cuidado y la pedagogía de Jesús?

Primero, Él se apartó el hombre de la multitud. Sí, necesitamos, muchas veces, apartarnos de la multitud que nos rodea, son multitudes de problemas, dificultades, agitaciones, de los trabajos que nosotros tenemos; son estas multitudes de ocupaciones que tenemos, entonces, tenemos que salir de eso. Porque, si no conseguimos salir de esta multitud de cosas, no conseguiremos escuchar la gracia de Dios.

La primera cosa que Jesús hace con nosotros es quitarnos para fuera, llevarnos en un lugar separado, después, la gracia de tocar en los oídos, pues los oídos están cerrados, ellos no escuchan, entro mucho ruidos dentro de nosotros, hay mucha cosa gritando dentro de nosotros que el toque de Jesús es para expulsar los ruidos del alma y del corazón, aquello que esta causando violencia dentro de nosotros; son todos los ruidos del mundo y de las ocupaciones que nosotros tenemos.

Entonces, Jesús toca nuestros oídos y después con su saliva. ¡Mira que gracia! La saliva del Maestro, la saliva de Dios, que creo todas las cosas, toca en nuestra lengua, porque nuestra lengua habla mucha cosa, pero no hay el toque de la gracia. Es necesario dejar que nuestra lengua sea curada, para hablar de Dios, para proclamarlo, para decirnos, para hablar y proclamar la verdad.

Jesús mira para el Cielo y proclama: “¡Efatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete”. Abre la cabeza, abre el corazón, abre los oídos, abre la lengua para proclamar la gloria de Dios. Hoy, Jesús quiere proclamar un “Efatá” en nuestra vida. Sal de todo que te ocupa para ponerse solo en la presencia de Jesús, para que Él pueda tocar en mí, en ti y curar nuestra sordera y nuestra mudez.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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