21 Oct 2019

La ganancia nos aparta de la presencia de Dios

“Cuídense de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas” (Lc 12, 15)

La advertencia de Jesús vale para todos nosotros, sea para quien tiene muchos o pocos bienes, o para quien tiene algunos bienes y desea tener más. El hecho es que nuestra vida no puede ser guiada por la ganancia ni por la voluntad de tener las cosas.

Cuando somos gananciosos, somos iludidos, engañados, presos y esclavos de lo que queremos ganar, especialmente, el sentido de la pose material.

Es bueno cuando la persona trabaja, consigue organizar su vida, tener sus cosas y sus bienes, sean ellos pocos o muchos; sin embargo, ella necesita estar siempre atenta, vigilante y siendo cuidadosa, porque, cuando los ojos son movidos por la codicia, esta se convirtiendo un desastre, porque la codicia va guiando y llevando la persona siempre para el deso de tener.

Comencemos por los pequeños, comencemos por nuestros niños. No alimentemos en nosotros el consumismo, porque este es el fruto de la ganancia. Son cosas pequeñas que nosotros gananciosos, deseamos, que vamos alimentando en nosotros, nos convirtiendo personas gananciosas sin darse cuenta.

No alimentemos en nosotros el consumismo, porque este es fruto de la ganancia

La verdad es que, en la cabeza de muchos de nosotros, esta siempre el dinero, las cosas materiales, tener y tener, conseguir y las ventajas materiales.

Es verdad que vivimos en un mundo materialista, y por eso somos presos a este mundo. El Evangelio nos advierte: de que vale tener muchas cosas si tuviéramos de , hoy, prestar cuenta de nuestra vida, si tuviéramos de salir de esta vida y venir para la eternidad? ¿Qué fue que nosotros acumulamos? ¿Qué juntamos?

Es trágica la vida de un hombre que junta tesoros para sí, pero no es rico delante de Dios. La riqueza de Dios son los valores espirituales, son los valores del alma y del corazón. La riqueza delante de Dios es quien acumula virtudes, quien tiene generosidad, bondad, quien se preocupa con el otro. La riqueza delante de Dios es quien vive la caridad, quien practica el amor, quien es capaz de donarse para el otro. La riqueza delante de Dios es aquel que tiene y sabe repartir lo que no tiene; es aquel que tiene poco y no piensa solo en sí, pero sabe pensar también en el otro.

Acumulemos virtudes, valores y, especialmente, una espiritualidad rica y profunda que nos pone cerca de Dios y nos liberta de cualquier tipo de ganancia.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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