06 Dec 2019

La fe abre nuestros ojos

“Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído. Y sus ojos vieron. Después les ordenó severamente: «Cuiden de que nadie lo sepa” (Mt 9, 29 – 30)

En el Evangelio de hoy, dos ciegos están gritando a Jesús: “Hijo de David, ten piedad de nosotros, de nuestra ceguera porque no vemos”. Delante de los clamores y de la insistencia de los dos ciegos, es Jesús que se vuelve a ellos y pregunta: “¿Ustedes creen y tiene fe que puedo realizar tal cosa?”. Y responderán con toda la intensidad del alma y del corazón: “Señor, nosotros creemos”, y Jesús dijo: “Que se realice lo que vuestra fe cree”.

La fe abrió los ojos de aquellos dos hombres; es eso que la fe realiza en nosotros. La fe abre nuestros ojos para que podamos ver a Jesús. Muchas veces, vivimos en el mundo y vemos todo: problemas, dificultades, crisis, defectos de los demás, pero no vemos a Jesús; vemos los problemas, pero no vemos las luces, no vemos la gracia. Y aquellos ciegos sin ver físicamente, ellos “vieran” que Jesús podía sanarlos, con los ojos del alma, ojos de la fe, ellos ven lo que nosotros, con nuestros dos ojos, muchas veces, no vemos.

No vemos la gracia de Dios, por eso, la fe produce esta gran cura: abrir nuestros ojos para ver a Jesús. La fe necesita siempre, en primer lugar, abrir nuestros ojos.

Desgraciadamente, estamos con nuestros ojos cerrados por la búsqueda del placer, de los bienes materiales, de nuestros intereses egoístas e individualistas y, cuando vemos a Dios, vemos para que Él nos sirva, para que sane nuestros interés y deseos egoístas.

Muchas veces, las personas me preguntan: “¿Padre, por que Dios no me escucha?”. Dios escucha aquel que ve y no aquel que solo ve a sí mismo, Dios escucha aquellos que buscan para encontrarlo y no para cumplir sus interese y necesidades personales.

La fe produce esta gran cura: abrir nuestros ojos para ver a Jesús

Para estos dos ciegos del Evangelio, bastaba que Jesús pudiera abrir los ojos para ver más allá, para que pudiesen ir más hondo, porque, en el medio de aquella multitud, muchos no ven a Jesús.

Estamos en el medio de muchas multitudes, la multitud que va de un lado para el otro en el tráfego de la vida; las multitudes que están en las redes virtuales; las multitudes que caminan por el ferrocarril por las cuales pasamos.

No podemos ser más un en el medio de la multitud, necesitamos, en el medio de esta multitud, ver la luz, ver a Jesús y la gracia. Por eso, mu suplica hoy es: “Señor, que yo vea. Señor, ten piedad de mi porque soy ciego; solo veo mi umbligo y mis necesidades; y no veo ni el hermano que esta a mi lado ni veo el dolor y el sufrimiento del otro. No veo la luz, la direción, el camino que el S~enor, muchas veces, pone en la vida”.

Señor, yo soy ciego, ten piedad de mí, que la fe abra mis ojos, para que pueda ver a Ti.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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