08 Feb 2022

La Eucaristía es el alimento del alma

“Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce” (Mc 7, 1-4).

Es más facil lavar las manos que convertirse. ¡Es más facil, es más practico! Es más facil asperjarse con una agua bendita que rasgar el corazón en una confesión sacramental. ¡Que riesgo nosotros corremos! El mismo riesgo que corrieron estos fariseos y maestros de la Ley, que acabaran convirtiendo la vivencia religiosa solo en practicas exteriores, porque el corazón estaba lejos de Dios, y Jesús conocía muy bien estos corazones.

Por eso es importante para nosotros no confundirnos religiosidad con experiencia de fe. La religiosidad hace parte de nuestra experiencia de fe, son elementos, son tradiciones que nosotros también recibimos. La experiencia de fe nos lleva al encuentro personal con Jesús, nos habla de relación con una persona, y no como un objeto o una realidad exterior, pero como la realidad interior.

La fe nos lleva al encuentro personal con Jesús, por eso, si la religiosidad no nos guía a eso, ella va se convierte en un montón de practicas exteriores, como las de los fariseos y de los maestros de la Ley. Gestos, ritos, palabras, acciones, todo lo que nosotros vivimos en nuestra religiosidad necesita ser guiado a la persona de Jesús, necesita llevarnos a ser más de Cristo, a amar más Jesucristo.

La Eucaristía es don, es la vida de Cristo, es entender que es Puro por excelencia, Jesucrito, que me hace puro

Jesús nos amo cuando nosotros eramos pecadores, esta es una maxima que San Pablo nos enseña: “Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Romanos 5, 8), y Él se entrego en nuestras manos cuando ellas estaban sucias de pecado. ¡Digamos que ese es el puntapie inicial, y es fundamental para nosotros reconocernos eso! Por supuesto que eso no es una disculpa para nosotros tocarnos el Señor con indignidad, en estado de pecado o para vivir en el pecado. ¡Absolutamente, no!

“Cuando vamos para la cola de la comunión, por ejemplo, necesitamos ofrecer para el Señor un corazón puro, una morada digna.” ¡No es eso! Pero también no es pensar así: “¡Que maravilla!” ¡Estoy en la cola de la comunión, soy digno de recibir la Eucaristia!”. Si nosotros pensamos así, no estaríamos recibiendo la Eucaristia, pero si recibiendo un sueldo por nuestros méritos, y la Eucaristia no es eso. La Eucaristia es don, es la vida de Cristo, es entender que es Puro por excelencia, Jesucrito, que me hace puro; no son mis méritos, no son mis esfuerzos, pero es Aquel que es Santo, Aquel que es puro que, tocando mi carne impura, me convierte puro.

Papa Francisco, en el día 6 de junio de 2021, decía: “La Eucaristia no es el premio de los santos, pero es el pan de los pecadores”. Atención, mucha atención para no crearnos nuestras tradiciones personales y no apartarnos de la Tradición que nosotros heredamos desde el comienzo de la Iglesia. ¡Que nuestro corazón se abre a Cristo y que Él nos purifique!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amém!

Pai das Misericórdias

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