10 Dec 2017

La conversión es el camino para ir al encuentro del Señor

El camino para ir al encuentro del Señor es el camino de la conversión; es convertirnos de verdad

“Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados” (Mc 1, 4).

Juan Bautista era el hombre de la conversión y de la penitencia. Él aparece para nosotros, en este domingo de Adviento, apuntándonos a la dirección por donde necesitamos caminar para ir al encuentro del Señor, para encontrarlo presente en nuestro medio.

El camino para ir al encuentro del Señor es el camino de la conversión, es nosotros convertirnos de verdad. Y para eso, Juan nos apunta la penitencia. A veces, causamos escalofrías, cuando hablamos en penitencia, parece que ella tiene un sentido tan negativo, pesado; cuando en realidad, la penitencia no es nada más que: nos purificamos de los excesos. Tienen excesos de: vanidades; orgullo; de nuestras practicas; en lo que comemos y bebemos.

Esta en el momento de podar, porque un árbol solo va convertirse frondosa, si aquellas ramas que no están sirviendo para nada sean podadas. Hasta cosas que, parecen buenas en nuestra vida, necesitamos podar. Necesitamos penitenciar nuestros actos, nuestras actitudes, para que nuestra conversión sea fructuosa.

Nos creemos, muchas veces, convertidos. Vamos a la iglesia, rezamos, hacemos nuestras practicas. Las practicas no son conversiones, son medios para convertirnos, pero necesitamos transformalas en verdaderos frutos de conversión en nuestras vida, necesitamos penitenciar nuestra forma de hablar, de dirigirnos unos a los otros.

Cuantas veces nos dejamos amargar con la vida, hacemos las cosas duras y dolorosas, con nuestras palabras y actitudes, por veces la falta de cuidado para dirigirse al otro y así por delante.

El primero “termómetro” de nuestra conversión es nuestra familia. Como nos relacionamos unos con los demás, como esta nuestra convivencia con los más cercanos de nosotros, dice mucho sobre nuestra conversión.

Cuando somos llamados a la penitencia, somos llamados a revisar nuestras actitudes y gestos; somos llamados a repensar la forma como conducimos y llevamos nuestra vida. Por eso, hoy, la gracia que pedimos a Dios es tener un corazón convertido.

Juan es para nosotros una “flecha”, es aquel que nos apunta el camino a indicarnos quien es el Salvador.

Aprendemos con Juan, ese hombre de ascesis, de vida espiritual renovada y elevada a elevar nuestro corazón a Dios por una verdadera conversión.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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