27 Oct 2019

La arrogancia espiritual es la tentación del mundo

“En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” (Lc 18, 13)

La palabra de Dios, en este domingo, viene a nuestro encuentro para mostrarnos dos actitudes religiosas. La primera de ellas es la de fariseo, que era un hombre muy religioso, incluso muy bien visto como el hombre de la religión, final, pagaba el diezmo, cumplía muy bien sus obligaciones religiosas, quería ser bien visto.

Al mismo tiempo, estas practicas llevaba lo que llamamos de arrogancia espiritual, tan presente en la vida humana y, también , en la espiritualidad de muchos de nosotros que se creen buenos y justificados. Cuando vamos hablar a los demás, siempre contamos ventajas. “Porque Dios hizo eso para mí. Porque Dios soluciona aquella situación. Porque en todo Dios me lleva. Dios solos ma da cosas buenas”.

La arrogancia espiritual es presente también en la espiritualidad de muchos de nosotros que se creen buenos y justificados

Aquellas personas que realmente hacen de tu espiritualidad, la espiritualidad de ventajas, es decir, “todo él consigue, todo funciona para él; él se siente el grande, el beneficiado, el mejor, la oración de él es siempre la más arrebatadora, que esta siempre se exaltando”… Estas personas incluso comienzan exaltar a Dios, pero después deja Dios un poco de lado, para comenzar a se exaltar.

Cuando comienza a decir estas palabras, de vez en cuando entra Dios, especialmente, cuentan tus ventajas espirituales.

La arrogancia es la tentación del mundo, pero es también la tentación de la espiritualidad. La personas dice: “Yo soy de la Iglesia ya no sé cuando tiempo. Yo soy del ministerio. Ya he ayudado tal sacerdote”. Entonces, entra el pobre pecador y cobrador de impuestos, el publicano. No tiene ninguna ventaja para contar, solo tiene pecados y miserias. Él no tiene ventajas, no hizo viajes, no fue aplaudido en los escenarios religiosos. Él es un pobre pecador. Y, así, él se presenta delante de Dios, clamando por su misericordia, clamando por su amor. Él se vuelve para Dios con sinceridad, verdad, arrepentimiento, contrición, con el corazón humilde y humillado.

¿Quien de verdad se volvió para Dios? Es propio Jesús que esta preguntando. ¿Cómo ha sido nuestra actitud espiritual de la arrogancia, de la vanidad, de la humillación, de la humildad, de la sinceridad y de la verdad?

Son nuestras actitudes espirituales que hacen de nosotros verdaderos o falsos servidores de Dios. Porque, no es lo que hacemos para Dios que nos da crédito delante de Él, pero es la forma como hacemos y el modo como nos relacionamos verdaderamente con Él.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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