15 Feb 2019

Jesús quiere devolvernos la capacidad de escucharnos a Él y a los demás

Necesitamos que la saliva de Jesús toque nuestros oídos, para restauranos y hacernos escuchar lo que necesitamos escuchar

“Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos” (Mc 7, 32).

Este hombre del Evangelio era sordo, es decir, no tenía la capacidad de audición. Pero un día él escucho, porque él hablaba; y para hablar es necesario escuchar. Además, él hablaba con mucha dificultad y, con seguridad, esta dificultad para hablar era decurrente de su capacidad de escuchar.

Quien no escucha bien, no puede hablar bien. Y hablar bien no es hablar bonito o tener buenos discursos, porque, de repente podemos leer y aprendemos la arte de la oratoria. Me refiero a la capacidad de dialogar, de comunicar y expresarse. Capacidades estas que, a lo largo de la vida, vamos perdiendo, porque perdemos la capacidad de escuchar, de escuchar a Dios.

¡Como es difícil escuchar a Dios en un mundo de tanto ruido! En este mundo agitado donde vivimos, si miramos para dentro de nuestras casas, el ruido esta cada vez mayor. Son muchos aparatos conectados al mismo tiempo, aparatos de televisión, de radio, programas en la internet etc. Y, cuando salimos de casa, el ruido de la calle es algo que nos deja sordos. Entramos dentro de los comercios y tiene ruido para todos los lados, así no escuchamos a Dios, y escuchamos muy mal unos a los otros.

Pero, el peor ruido es aquel que se instaló dentro de nosotros. Porque, esta todo muy desorganizado dentro de nosotros, con muchas voces gritando y clamando dentro de nuestro corazón. Ruidos que quitan incluso nuestro sueño.

Es mucho ruido en nuestra mente, por eso, muchas veces, tenemos dolores de cabeza, jaqueca; son preocupaciones, devaneo, perturbaciones, inquietud. Es el ruido de la ansiedad que no nos deja quietos e nos va mezclando, hasta que nuestros tímpanos interiores son rompidos.

Por cuenta de muchos ruidos dentro de la cabeza y del corazón, no escuchamos más lo que el otro dijo. El hijo no escucha más sus padres; la pareja no es más capaz de escuchar un al otro. Y, cuando no se escucha, también, no se habla. Perdemos la capacidad del dialogo y no sabemos más dialogar unos con los otros, es decir, conversar, escuchar.

Hoy, el tiempo todo, estamos escribiendo en redes sociales, pero perdemos la capacidad de escuchar.

Entonces, necesitamos de Jesús tocando nuestros oídos; recuperando en nuestro interior la capacidad de escucharlo, y de escuchar uno a otros. Necesitamos que la saliva de Jesús venga a tocar nuestros oídos, para restaurarnos y hacernos oír lo que estamos necesitamos; y hablar lo que necesitamos hablar.

Escuchar y hablar son capacidades del ser humano para comunicarse. Hoy, que la gracia de Dios recupere en nuestras casas, hogares, familias y donde quiere que esté, el don de la comunicación. Don este tan necesario para que se establezca la gracia de Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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